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dramirezaragon

 

4.1. Tres Cantos - Ávila (Toma I)

6 min read

Provincia: Comunidad de Madrid
Tiempo pedaleado: 6:03:21
Kilómetros recorridos: 80.24


Antes, si no querías tomarte la sopa, hacer las tareas o salías a la calle solo, te amenazaban con que te iba a llevar el ropavejero o algo parecido, yo creo que ahora tienen que prevenir a los niños (y a los adultos) de cosas menos amenzantes pero igualmente peligrosas, como por ejemplo: los amigos ciclistas. Si en su casa se repite una escena como la que sigue, alejese lentamente o en su defecto disfrute del viaje...

... supongo que ese será el consejo de mi amigo Carles a partir de ahora, él que se dejó embaucar con ésta aventura...

Eran los últimos días de Noviembre de 2017 cuando nos hicimos con las bicicletas con el fin de conquistar la ruta Tres Cantos - Ávila, salimos a eso de las 9.00am y si bien el día pintaba un poco gris, nuestro ánimo desbordaba.

Pusimos piés en polvorosa y comenzamos la ruta, al poco tiempo empezó a nevar timidamente y el viento frío que bajaba de la Sierra empezó a calar: en la cara, en las manos, y !especialmente en los piés¡.

A la altura de Colmenar Viejo tuvimos que hacer un alto en el camino y ponernos otro par de medias, teníamos los dedos congelados. Luego de un pequeño altercado con unos ciclistas de fin de semana, seguimos nuestro camino. Si bien de cuando en cuando caía uno que otro copo de nieve el frio no era muy intenso, luego de Colmenar Viejo nos incorporamos en la M-607 en dirección oeste y avanzamos rapidamente, sin embargo el problema del frio en los piés persistía y no parecía mejorar. Cuando llegamos a Cerceda decidimos parar para tomarnos un café y calentar un poco el cuerpo.

Entramos en un bar de pueblo, pequeño pero acogedor, justo lo que necesitabamos. Ahí nos tomamos un par de cafés, y mientras todavía había bebida de cuando en cuando Carles abrazaba la taza con los piés para regresarle la vida a sus dedos; cuando ya se había acabado el recreo se nos ocurrió la idea de que tal vez la solución a nuestro problema no era abrigarnos mas sino más bien evitar desde un principio que el viento frío entrara en el zapato. Con esa idea en mente mientras pagábamos la cuenta le pedimos al encargado que nos regalara dos pares de bolsas; las calzamos al instante y con los piés blancos como pájaros o trabajadores de una planta radioactiva retomamos la ruta.

Poco tiempo después llegamos a Collado Villalba y luego tomamos el "Camino del Monasterio" una via rural muy agradable para ir en bici o caminando.

Nos adentramos en la ruta y conseguimos atravesarla sin mayores novedades (excepto que Carles perdió sus gafas de sol). Cuando ya llegabamos al Escorial el hambre nos atacó justo cuando pasábamos junto a un restaurante Gallego al lado de la carretera. Nos detuvimos allí y mientras difrutábamos cada uno de nutritivo plato de habas afuera empezó a nevar fuertemente.

Cuando terminamos de comer ya había parado de nevar, así que con energías renovadas salimos nuevamente a la carretera. Según la ruta que había mirado distraídamente en Google Maps, todavía nos faltaban un par de subiditas y luego ya todo sería más fácil...

Pasamos frente al Escorial

Y al momento descubrimos que las subiditas no eran nada menos que un par de puertos de montaña:

El puerto de la Cruz Verde:

Y el puerto de la Paradilla:

Superamos ambos a paso lento pero seguro; la temperatura empezaba a bajar y la luz del día ya estaba escaseando, aún así seguimos con optimismo, hasta que ocurrió algo poco probable pero infalible.

UN PINCHAZO

Por culpa del frío que nos congelaba los dedos y la poca luz, tardamos casi cuarenta minutos en arreglarlo. Ya eran casi las 6.00 de la tarde, un poco de luz se filtraba todavía entre las montañas y teníamos dos opciones:

Seguir y ser deborados por la noche o algún Dragón en forma de camión.

o

Buscar el pueblo más cercano con estación de cercanías.

Por las primeras líneas de esta historia se adivinará que optamos por la segunda.

Regresamos hasta la Paradilla, y luego nos encaminamos hasta Santa Maria de la Alameda, allí tomamos el tren hasta Ávila (ya teníamos reservada habitación allí) y en el trayecto debatímos cómo ibamos hacer para completar esta ruta. Carles sostenía que otro día la cotinuábamos desde dónde habíamos tomado el tren; yo sostenía que para declarar la ruta como completa debería ser hecha desde Tres Cantos de un tirón (por lo menos las calculadas para un día), la conclusión de ese debate sólo llegaría hasta un par de meses después.

Llegamos a Ávila, salimos a comer, un poco de marcha, y al otro día nos encontramos con Natalia y Nadia que venían a recogernos.

Paseamos por Ávila y disfrutamos la ciudad.

 

Fue una buena aventura.

 

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Sibaúma - Praia do Forte

5 min read

Estado de Brasil: Bahía
Tiempo pedaleado: 04:44:41
Kilómetros recorridos: 57.85
Tiempo total pedaleado: 333:53
Kilómetros total recorridos: 3612.13

Casi no pude dormir a causa de los mosquitos y el calor. Cuando me cubría para que no picaran los bichos me daba un calor infernal, cuando me despataba esos jijuemadres camorreros se venían en manada. Lo que más me ofende es que me piquen en los pies, entiendo sus razones ahí tengo la sangre más caliente por causa de la pedaleada, pero sobre todo me ofende que me piquen encima de la picada de otro, no me acabo de recuperar de la picada del pueblo anterior cuando en el siguiente me vuelven a picar exactamente en el mismo lugar, grrrrrr. La cosa fue tan cansona que tuve que colocarme las medias para evitar que se ensañaran con mis dolidos y pobrecillos pies.

Igual me 'tenía' que levantar temprano, me quedaba bastante pista por delante y como quería aprovechar el día en Praia do Forte había que llegar temprano. Desayuné: cuscus, huevos, jugo, café y pan y salí de nuevo a encontrarme con la 'linha verde'.

En el camino había un arco iris tan, pero tan bonito (no sé si lo veía bonito por que estaba tan cerca o por que hace rato no veía uno), quise tomarle una foto pero como iba en subida y no quería perder el impulso me dije a mi mismo: mi mismo cuando lleguemos a la cima de la loma tomamos la foto. Cuando llegué a la cima de la loma el arco iris había desaparecido. La imagen eso si quedó grabada en mi cabeza pero tristemente no la puedo compartir con nadie.

El camino hasta Praia do Forte, prácticamente fue sin novedades, pavimento bueno, una que otra ladera y ya está. Llegué casi al medio día y me encontré con una playa sumamente turística, muchos chalets, muchos hoteles de lujo, muy del estilo de Pipa, lo que sólo podía significar una cosa, mi estadía en Praia do Forte me iba a costar. Terminé quedándome en un hostal por $R33 en cuarto compartido.

En mi cuarto había un par de gringos y un francés: Laurent. Con quién pasé los dos días que estuve por acá.

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Me bañe y luego fuimos con Laurent a por una muqueca en un restaurante casero muy bueno y no tan caro que quedaba cerca del hostal, volvimos, tomé una siesta en una hamaca y luego más tarde salí a dar una vuelta por el pueblo, hablé un rato por teléfono con M. y luego fui a buscar comida de nuevo, un creppe (les dije es un lugar turístico, hay hasta un restaurante japonés) y volví de nuevo al hostal. Me recosté en una hamaca y ahí quedé descerebrado hasta las dos de la mañana, hora en la que mi instinto de preservación me indicó que debía entrar al cuarto y dormir como la gente en una cama. Bendito mi instinto de preservación, a las tres de la mañana cayó un aguacero, tan fuerte que tuvieron que desmontar todas las hamacas de los costados del patio interior de la casa.

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Al otro día fuimos con Laurent a caretear. Hace rato no careteaba y no me acordaba de lo chévere que es. Por primera vez en mi vida vi en vivo y en directo varios animales que sólo había visto en revistas o la televisión: Pescados de colores, babosas marinas, serpientes marinas, lenguados, un pez globo gigante. Mejor dicho: la pa-na-ce-a.

Luego visité el proyecto TAMAR que cumple 30 años en su afán por la conservación de las tortugas marinas, aprendí un poco más sobre estos animales y secretamente deseé estar cerca de una playa de desove la próxima luna llena.

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Almorzar, una siesta, y luego fuimos con Laurent al Castillo D' Avila, el primer castillo medieval de América latina, construido por los portugueses cuando llegaron por estas tierras. Fuimos en bicicleta, tomé unas buenas fotos (creo) por ahí y nos devolvimos junto con otros huéspedes de la posada que nos encontramos allá arriba. A la mitad del camino el descarrillador de uno de nuestros acompañantes simplemente se soltó, así que tuvimos que seguir a pié el último kilómetro.

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Fuimos por unas tapiocas y luego a un bar a escuchar música y tomarnos unas caipirinhas. La música estaba chévere, pero no había mucho ambiente fiestero, por lo menos hasta las doce que yo me fui, había que levantarse temprano al otro día.

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