Hoy después de casi dos años de no practicar, vovi a asistir a mis amadas clases de Aikido. Me sorprendio sobremanera no estar tan oxidado como esperaba, lo cual es un buen sintoma. De recibimiento, en mi primera clase me toco limpiar (como a todos los demás), y fue curioso observar dentro de mi mismo la voz del ego intentanto criticar el acto, simple y sencillo de servir.