Estado de Brasil: Maranhao
Tiempo pedaleado (empujado): 08:53:16
Kilómetros recorridos: 19.85
Tiempo total pedaleado: 85:06
Kilómetros total recorridos: 1032,2
Me levanté temprano dispuesto a asumir el reto de las Lençois, arreglé todas las cosas, me bañe, desayune con huevitos (hace rato no comia huevitos), café y galletas y todo listo para la partida, o casi todo.
Bruno uno de los hijos del dueño de casa (maldita mi mala memoria con los nombres) probó mi bicicleta y dijo que así no andaba ni una hora en las dunas, que para andar en la dunas era necesario sacarle un poco de aire a las ruedas; y como el que sae sabe, no me opuse, le sacó casi la mitad del aire a las ruedas y si señores efectivamente andaba mucho mejor.
¿Por dónde es el camino?, siga derecho por el rastro de la camioneta hasta las dunas, suba la duna grande y de ahí derecho hasta el mar.
Nos montamos en la bicicleta, andamos como medio kilómetro y otra vez esa arena fofa que no dejaba avanzar, como aprendimos el día anterior eso de la empujada, pues nos dedicamos a empujar. Dunas por acá, dunas por allá, algunas de ellas al parecer infranqueables. Tuve que empujar buena parte del camino y aprender por la experiencia que: si llegó a la cima de las Dunas no se baje a menos que no haya otra forma de continuar. Jijuemadre si es duro andar en esa arena.
Total de las dos horas que tenía para hacer esos 7Km se convirtieron en cuatro. Pero bueno ya estabamos en el Atlántico, Ludmilla y yo. Le tomamos la fotico de rigor, tomamos un segundo desayuno: pan con mermelada y un poco de agua; y como estaba haciendo calorcito y nos lo mereciamos, una bañito biringo en el mar (que lugar más apropiado para bañarse en pelotas que una playa desierta). Nos arreglamos y a las tres de la tarde estoy en Canto de Atins.
Ja, ja, ja. Como me demoré tanto llegando hasta el mar ya la marea estaba en la otra dirección y toda la arena que podría haber sido transitable con la bicicleta no estaba en condiciones, así que como aprendimos en las dunas: 50 pasos empujando, 30 segundos de descanso y hagale pues mijo que pa' lante es pa'ya.
Sol, brisa (viento, mucho viento) y mar y nada que se veia algún rastro de vida en el horizonte. Al medio día paré, hice un poco de estiramiento, me comi una barra de cereal y muy para mi pesar vi que se me estaba acabando toda el agua que llevaba.
Empezamos a empujar de nuevo y vemos en el horizonte dos figuras humanas, ¡Hay gente por acá!, no debo estar muy lejos pensé, empujar siguiendo las dos figuras.
Cuando casi les daba alcance tuve que atravesar un riachuelo que parecia inocente y tierno, pero mentiras justo cuando estaba en la mitad un banco de arena atrapó a Ludmila y tuve entonces que desmontar buena parte de las maletas y darme mañanas hasta que pude sacar la bicicleta de ahí, descansar un poco ajustar la bicicleta (se había safado una de las parrillas) y ¿dónde era que estaban esas personas?
Nada, se habían desvanecido.
Dándome un poco de ánimos pensé que si me llevaban media hora y ya no se veian por ahí eso quería decir que no podía estar a maś de una hora de camino de algún lugar habitado. Tenia razón pero no de la forma en que yo esperaba.
Continue empujando, pasaban las horas, el agua ya casi se había terminado del todo, tenía hambre y ya me estaba viendo durmiendo solo en la carpa junto a la playa y comiendome la lata de atún que guardo para condiciones extremas. Pero no ya a las cuatro de la tarde llegué en un punto de la playa en la que las opciones eran continuar empujando hasta las 5.30 y acampar o parar y pedir alojamiento en una cabaña de pescadores que se veia a lo lejos.
Opción dos, vamos a ver que pasa.
De lejos parecia que sólo habían dos personas, pero a medida que me iba acercando fueron saliendo más, seis en total y la verdad me dió un poco de miedo. Estaba tan lejos de todo y si ellos quisieran realmente robarme o algo no habría nadie que se interpusiera. Pero nada, temores infundados y muchas películas gringas de pueblos texanos dónde sólo vive gente despiadada.
Me ayudaron a empujar la bicicleta hasta la casa, me dieron agua y un poco de pescado. Hablamos se rieron un poco de mi y mis aventuras en la arena y como no tenían luz ni nada nos acostamos a dormir temprano (a penas se ocultó el sol). Algunos de ellos se levantaron más tarde para ir a recoger las redes y volvieron casi a la madrugada. Todo fué tan chévere, nada de ruido, todo tranquilo, una vida dificil, por que les toca trabajar muy duro, pero simple, sencilla y hermosa. Con ellos aprendí un poco sobre la marea, sobre la manera de pescar de por acá y de lo dificil que se está haciendo vivir de esa manera debido a la falta de acción de los organismos estatales en la regulación de pesca con grandes embarcaciones.
Al otro día asistí a la caceria del ratón que los estaba hacediando desde que llegaron acá, lograron encontrarlo. Fui con algunos de ellos por un poco de agua, desayuné me alisté y listos para continuar la jornada. Me acompañoron hasta la playa y hágale pues mijo.
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