Cada cierto tiempo la imperdonable tarea de organizar mi cuarto me asedia de tal manera que se hace insoportable.
La ropa tirada en el suelo, el montón de papeles aquí y allá, los pinceles, los CD's, los post-it con anotaciones que ya no tienen sentido, los libros en arrumes por todas partes, los zapatos que ya no encuentran su compañero, las fotocopias, las carpetas, los platos y vasos que forman un gran bodegón sobre mi mesa de noche...
Asi que finalmente cedo, cedo a dejar atrás este caos en el que de algún modo extraño mi mente suele encontrar un poco de orden.
Y empiezo metodicamente a organizar todos los papeles, pronto mi cama se llena de arrumes, en una esquina los papeles de esta materia, en esta otra los de aquella, en medio las boletas de los sitios a los que voy y que guardo con celo para llenar luego mi mapa de navegación, en un lado las cartas, los trozos de papel que se pueden aprovechar...
Por otro lado el suelo se va llenando de todo lo inservible, envolturas de chocolatina, de galletas, hojas con tachones, recibos del cajero... Asi va transcurriendo lentamente el día y cuando va entrando la noche, me voy dando cuenta que me va tocar dormir en otro cuarto pues con el estado actual del mio va a ser imposible.
La mejor parte es cuando tengo que organizar los libros. Primero aquellos que he adquirido en los últimos meses, uno tras otro se van apilando siguiendo el último esquema que me he inventado para darles un orden y que como todas las veces muy dificilmente seguiré. Luego vienen los ya leidos, y empieza el trabajo duro, llenos de pequeños pedazos de papel, que al igual que las migajas de pan dejadas por Pulgarcito, tratan de mostrarme el camino de regreso a las ideas que me impactaron en el momento de su lectura, uno a uno van pasando por mis manos para que extraiga de ellos las referencias con las que voy construyendo mi yo.
Finalmente, llega el momento de llevarlos a su nuevo hogar, y tengo que buscarles lugar en la biblioteca. Recorro despacio los estantes tratando de encontrarle los mejores compañeros a cada uno, en este recorrido encuentro un orden improbable, en una esquina la Biblia y un libro de poesía se juntan furtivamente tratando de ocultar algo. Impresionado los tomo y empiezo a examinarlos, primero la Biblia y por supuesto el Génesis, leyendo con atención no algo curioso, durante los siete días de la creación, cada vez que Dios creaba algo expresaba su aprovación, por ejemplo:
(...) Y dijo Dios: Sea la luz, y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó La luz de las tinieblas.
(...)Dijo también Dios: Juntensé las aguas que están debajo de los cielos en un lugar, y descúbrase lo seco. Y fue asi.
Y llamó a lo seco Tierra, y a la reunión de las aguas las llamó Mares. Y vió dios que era bueno.
Finalmente el sexto día crea al Hombre, y antes de irse a descansar aprueba su obra (Génesis 1,31), me ahorraré los detalles, pero luego viene el jardín del Edén y el aburrimiento de Adán, y finalmente el momento en que Dios crea a la Mujer a partir de la costilla de Adán (Génesis 2,22), y simplemente no dice nada, ni que era bueno, ni quera mala, simplemente el tipo se queda callado y no dice nada, nos deja ahi con su última creación y pues supongo que todos ya saben lo que pasa. Eva luego se deja convencer por la serpiente, y pues aqui nos tienen sufriendo de las penurias del mundo.
Me quedé un rato pensando en eso y empiezo a ojear el libro de poesía, me quedo pegado a el toda la tarde, y hago un segundo descubrimiento.
Entendí dos cosas, por que Dios se quedó callado y por que la Mujer fué el último suceso de la creación.
Dios se quedó callado por que ante su obra maestra, la cuspide de su trabajo como Demiurgo, solo quedaba la reverencia profunda del silencio.
Y fueron creadas en último lugar por que antes se necesitaba de todo lo demás para poder describir todas las visicitudes de sus exquisitas formas y temperamentos.
Adaptación libre de un cuento Oskar Corredor
Cuentero de la Nacional